J. J. Rousseau (1712-1778)
Las ambivalencias de la Ilustración
- Rousseau es uno de los primeros autores modernos y, sin embargo, es también el primero en tomar conciencia de algunas de las contradicciones del mundo naciente.
- Como autor moderno destaca sobre todo por su descubrimiento de la subjetividad y por su valoración de la libertad individual asociada a la autonomía pública propugnada por un discurso radical-democrático.
- Piensa, sin embargo, en contra del espíritu de su tiempo al vituperar la nueva sociedad comercial burguesa, el individualismo económico y las desigualdades crecientes.
- No cree tampoco en el “progreso” y propugna la retirada a una sociedad más simple, cercana a la naturaleza, igualitaria y “auténtica”. Pero afirma también con la misma convicción la idea de la perfectibilidad humana.
- En él se dan cita, en suma, el poder de la razón argumentativa propio de la Ilustración, con todo su potencial emancipatorio, y el adelanto de lo que serán las críticas que luego elevará contra ella el romanticismo político.
La pregunta: ¿Cómo salir de esta situación de alienación del hombre producida por la evolución social y ser capaces de alcanzar otra forma de organización en la que el sujeto pueda reconocerse como libre e igual en una comunidad de ciudadanos?
Sinopsis de la teoría
- La crítica social y cultural como el rasgo fundamental de casi todas sus obras , en particular de sus dos Discursos.
- Su confrontación entre lo que el hombre es por naturaleza y aquello a lo que la sociedad le ha acabado reduciendo, que es parte de su anterior crítica cultural y política.
- La teoría del Contrato Social y sus ideas básicas.
- La idea de voluntad general y las diferentes interpretaciones a que puede dar lugar.
- El orden institucional legítimo a partir de sus consideraciones sobre la voluntad general y sus otros presupuestos teóricos. Aquí se contempla también lo que sería su ideal de sociedad bien ordenada.
Naturaleza y sociedad
Trata de mostrar un supuesto desarrollo de la especie humana, aunque reconoce que no está´basad en hechos sino en un descripción especulativa. Su objetivo es indagar sobre la naturaleza humana y el orígen de la desigualdad, y no sobre una descripción científica de su evolución
Rousseau diferencia cuatro etapas en la evolución del hombre:
- El “hombre aislado”, una especie de buen salvaje plenamente adaptado a la naturaleza;
- El “hombre salvaje”, correspondiente a la fase de los cazadores-recolectores;
- El “hombre bárbaro”, propio de comunidades patriarcales con un mínimo de organización social, y en las que emerge el pastoreo. Para Roussear ésta debió de ser la fase más plena;
- El “hombre civilizado”. Nace con la aparición de la agricultura y la metalurgia, y con ellas la propiedad y la división del trabajo; las comunidades humanas se hacen sedentarias. La armonía imperante las fases anteriores da paso a la depravación moral. “El hombre ha nacido libre, y por doquiera está encadenado”, está sujeto en todas partes a formas de organización obtenidas por la fuerza o el engaño, sobre las que no ha consentido o son “falsas” convenciones.
La salida de la 1ª fase se explica como resultado de fenómenos por los cuales hay beneficios derivados de acciones cooperativas.
En las primeras fases comienza a desarrollarse el lenguaje, la razón y la reflexividad y también su sensibilidad moral. Segun Rousseau el hombre natural no es malvado y por tanto hace un pacto entre iguales con los otros hombres, es lo que llama un pacto de asociación entre individuos con individuos.
El hombre natural de Rousseau posee cualidades que lo distinguen de los animales, entre ellas es la la capacidad del hombre de elegir, a lo que Rousseau se refiere con “libre albedrío”. La capacidad del hombre de rechazar el impulso instintivo le hace alejarse del curso de su estado natural. Además, considera que el hombre tiene la cualidad de la compasión así como la capacidad de la perfección que le permite mejorar sus condiciones físicas y del medio, y desarrollar técnicas de supervivencia sofisticadas.
El “amor de sí” (amour de soi) del buen salvaje, puro instinto de supervivencia, caracterizado por la compasión (pitié) hacia el sufrimiento de sus congéneres, va evolucionando hacia el “amor propio” (amour propre), marcado por el impulso por destacar, la vanidad y el egoísmo que culminarán en el “hombre civilizado”. Esto lo convierte en un animal histórico, “evoluciona” con la cultura.
- Este tránsito también habría sido progresivo: se inicia cuando empiezan a compararse unos a otros, cuando las diferencias en dotes y habilidades naturales inflaman el resquemor y la vanidad, y se establecen distinciones morales y de rangos. “Este fue el primer paso hacia la desigualdad y hacia el vicio al mismo tiempo”.
- Los hombres no pueden escaparse ya de sus interdependencias y comienza a hacerse inevitable la regulación moral y jurídica de los conflictos.
- La aparición de la propiedad y la competencia es aquí decisiva:
“El primero al que, tras haber cercado un terreno, se le ocurrió decir esto es mío y encontró personas lo bastante simples para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil”.
El “falso” contrato social
- Las asimetrías en la adquisición de recursos se acaban institucionalizando: se blindan a través del derecho y se instituyen diferentes regímenes según la mayor o menor igualdad dominante (monarquía, aristocracia, democracia).
La desigualdad seguiría las siguientes “revoluciones”:
“El establecimiento de la ley y el derecho de propiedad fue su primer mojón, la institución de la magistratura el segundo, el tercero fue el cambio del poder legítimo en poder arbitrario”.
- Lo característico de este orden político es que está conformado por la propiedad y las desigualdades que introduce, el Estado, la guerra, la pobreza y la dominación, algo que encuentra su manifestación extrema con el absolutismo monárquico.
- Habría sido un orden, además, montado sobre un engaño de los ricos/dominadores sobre los pobres/dominados, al hacerles pensar a estos que solamente así estarían protegidos (de ahí que sea un falso contrato social): “todos corrieron al encuentro de sus cadenas creyendo asegurar su libertad”.
El Contrato Social
En su libro Del Contrato Social Rousseau parte de los siguientes supuestos:
- No es posible el retorno al estado de naturaleza. (no puede eliminarse ya la dependencia del hombre de la sociedad y la política); ni es tampoco deseable: un buen orden político sustituye “el instinto por la justicia”, dando a las acciones del hombre un valor moral del que antes carecían.
- La pérdida de la libertad natural no se extiende a nuestra perfectibilidad, la capacidad para corregir errores pasados y hacernos mejores.
- Dada nuestra naturaleza de seres libres e iguales, la autoridad política sólo es posible a partir del consentimiento de quienes se instituyen en unidad política: el instrumento es el contrato social.
B. El “problema fundamental”:
- “Cómo encontrar una forma de asociación que defienda y proteja de toda la fuerza común la persona y los bienes de cada asociado”; y permita a la vez que
- “uniéndose cada uno a todos, no obedezca, sin embargo, más que a sí mismo y quede tan libre como antes”.
El problema reside, pues, en una aporía: ¿cómo vincularse y quedarse a la vez como antes? Y en una contradicción, ¿cómo compaginar una seguridad total con una libertad – ahora liberté civil – también plena?
Las claúsulas de ese contrato se reduce a lo siguiente:
“Todo individuo se enajena, con todos sus derechos a favor de la comunidad; porque, dándose cada uno por entero, la condición es la misma para todos los contratantes, y dándose a la comunidad, la por acto recíproco del contrato, se da a cada uno de los individuos. Cada uno se entrega a nadie en particular, y en este cambio se gana el equivalente de todos lo que se pierde, y una fuerza mayor para conservar lo que se tiene”
- permite que nadie salga beneficiado o perjudicado: hace a todos iguales, como si fueran una misma sustancia, miembros del mismo cuerpo;
- se crea así una unión, un cuerpo soberano, un “pueblo”, dirigido a realizar la libertad, la autonomía y la “felicidad general” y dotado de su propia voluntad, aunque conformada por las distintas voluntades de quienes lo integran;
- es una asociación, y como tal algo distinto de un mero agregado de personas;
- recuerda al contrato hobbesiano, con la importante diferencia de que en este Leviatán el soberano no tiene una “cabeza” al frente que gobierna al cuerpo; sus magistrados son meros órganos del cuerpo integrado por ciudadanos.
- la entrega mutua de libertades y derechos tiene, sin embargo, el problema de qué ocurre con aquellos que comiencen a disentir de las acciones de la persona pública, de ese mismo ser en el que se han integrado, y cómo haya ser su manifestación de la voluntad pública.
Para resolver éstas y otras cuestiones Rousseau introduce su concepción de la soberanía, el concepto de voluntad general. Se ve como la respuesta al problema que plantea dicho contrato, que es “el encontrar una forma de asociación capaz de defender y proteger, con toda la fuerza común, la persona y los bienes de cada uno de los asociados, pero de modo tal que cada uno de estos, en unión con todos, solo se obedezca a sí mismo, y quede tan libre como antes”
La voluntad general
Según Rousseau, el ejercicio de esta voluntad es lo que se llama “soberanía”. Es el momento en el que el pensador concede al pueblo la potestad de mandar sobre la nación. En ella establece que el fundamento legítimo de la sociedad reposa en un contrato que liga al pueblo consigo mismo. Rousseau opone “lo que puede ser”, entendido como la justicia como norma; a “lo que es”, es decir, el derecho. El autor demuestra cómo el pueblo constituye el único origen posible de un gobierno legítimo que pueda mantenerse y perdurar muchos años.
Idealmente la voluntad general se identifica con el interés general de la comunidad “la común conservación y el bienestar general”, visto como punto de confluencia de todos los intereses de los ciudadanos en la preservación del colectivo y en la realización de los principios de libertad y justicia. “Lo que hay en común en esos intereses diferentes es lo que forma la voluntad general”.
La voluntad general debe expresarse, sin embargo, en decisiones concretas. Sus actos más auténticos son los principios constitucionales y las leyes formuladas con carácter general, ya que su contenido es el bienestar de la persona pública, el bien común, que no hace distinciones particulares, algo congruente con la común entrega de sus derechos.
Voluntad general y voluntad de todos
Rousseau tiene un problema a la hora de evaluar cuándo una decisión legislativa es o no conforme a la voluntad general. ¿Cuándo sabemos que una determinada mayoría de preferencias se corresponde realmente con lo que debería ser el interés general?
Para resolverlo, establece dos distinciones importantes:
- Entre dos dimensiones de la persona: la del burgués (bourgeois) y la del ciudadano (citoyen). El primero se orienta a sus intereses privados, el segundo al bien común republicano; uno es mero súbdito, otro, ciudadano activo.
- Entre dos voluntades distintas: la voluntad general y la voluntad de todos (volonté de tous), que se superpone a la otra distinción. La primera mira al interés general, la otra al interés privado, y no es más que una suma de preferencias individuales (privadas, se entiende).
Voluntad general es, pues, y volvemos a la dimensión normativa, lo que los ciudadanos idealmente querrían como bienestar general, no como una suma de preferencias privadas de “burgueses” (voluntad de todos). Vista de cerca refleja la distinción entre liberalismo (gobierno representativo de intereses privados distintos) y republicanismo (gobierno asambleario dirigido hacia el bien común o la “utilidad pública”).
Rousseau propugna este segundo modelo, pero la pregunta persiste: ¿cómo podemos estar seguros de lo que en cada momento sea algo tan difuso como el bienestar general represente la voluntad general?
Criterios procedimentales
Para buscar una solución a este problema establece determinadas condiciones, que en realidad funcionan como criterios procedimentales que deberían asegurar el resultado correcto:
- excluir los intereses privados en la deliberación pública; que las distintas desviaciones del interés general se cancelen mutuamente, ¿pero como se puede diferenciar intereses privados de los de bienestar general?
- eliminar las facciones evitando la comunicación e influencia mutua entre los ciudadanos, ya que si no “se forman intrigas, asociaciones parciales a expensas de la grande”; ¿quién decide que facciones se tienen que eliminar?
- que las reglas de orden y de discusión aseguren que se plantean las discusiones “adecuadas”; ¿quién decide lo que es adecuada?
- que el voto tienda a la unanimidad, aunque si no hay acuerdo debe imperar el principio de la mayoría;
- que se cuenten todos y cada uno de los votos;
- que quienes deliberen estén debidamente informados.
Tal y como R. plantea la solución del problema ya podemos llegar a algunas conclusiones provisionales:
- La comunidad política tiene siempre un interés “verdadero”, pre-político, que a los ciudadanos compete “reconocer” votando sobre su contenido;
- El contenido de este interés no puede presentarse nunca en forma de “preferencias” individuales, y mucho menos como representativo de “intereses sectoriales”, partidos, asociaciones o grupos que comparten “interpretaciones” distintas de lo que sea aquél.
- Se distingue así implícitamente entre un “voto recto” y un “voto equivocado”: “Por tanto, cuando la opinión contraria a la mía prevalece, esto no prueba otra cosa sino que yo me había equivocado, y que lo que yo estimaba que era la voluntad general no lo era”.
Los problemas de la voluntad general
Una interpretación de la Voluntad General es que esta se encuentra en una entidad metafísica (Similar a los teólogos respecto a la voluntad de dios) y que solo cabe interpretar de lo que para ellos es una decisión correcta. Al respecto Rousseau dice respecto de los que disienten con la mayoría: a) que se han “equivocado”, que han cometido un error, no que su “opinión” ha quedado en minoría; b) también cuando afirma que a éstos disidentes “se les forzará a ser libres” al no ser conscientes de cuál sea su “verdadera” libertad.
Otra interpretación es que sea el precursor de la democracia deliberativa: bien informados, y una vez advertidos de que deben pronunciarse sobre lo que les común y les va a obligar a todos, discutirán sobre cómo alcanzar la decisión más correcta posible a partir de un proceso argumentativo. La opción que triunfe puede presumirse así que es la más racional y, por tanto, la más congruente con el fin buscado. El afirma que las decisiones importantes “deben tender a la unanimidad” está presuponiendo que ésta sólo puede producirse mediante el convencimiento mutuo.
La organización institucional
La organización institucional está determinada por el principio de legitimidad: el pueblo como titular de la soberanía, único y auténtico autor de la voluntad general.
La forma política específica, por el contrario, se hace depender aquí, como en Montesquieu, del tamaño, población, capacidad efectiva de reunión y deliberación, desarrollo de las virtudes cívicas, etc.
En todo caso, no hay división de poderes: el titular de la ley es el pueblo, que no puede ser “representado”; cuando no sea posible su presencia por las condiciones objetivas del país – su extensión y población – lo más que podrá haber es delegados, que no “pueden concluir nada definitivamente” y siempre podrán ser revocados por las asambleas populares (sistema de mandato imperativo).
- El gobierno siempre está sujeto a la rendición de cuentas ante la Asamblea, le incumbe el ejercicio de la función ejecutiva, igual que la función judicial compete a magistraturas, que tampoco se consideran independientes del Legislativo.
- “El gobierno recibe del soberano las órdenes que da al pueblo, y para que el Estado esté en buen equilibrio es preciso que, compensado todo, haya igualdad entre el producto o el poder del gobierno en sí mismo considerado y el producto o el poder de los ciudadanos que son soberanos por un lado y súbditos por otro”
La legitimidad política es un principio de legitimidad democrática.
El fin es aspirar a la identidad entre gobernantes y gobernados: que las decisiones políticas puedan entenderse como el producto de la voluntad de quienes se ven afectados por ellas (sólo hay libertad “si se obedece a la ley que uno se ha prescrito”).
La sociedad bien ordenada
Para Rousseau es imposible organizar una comunidad respetuosa con los valores de libertad e igualdad partiendo del interés propio individual. Sólo a partir del bien común. Invierte, pues, los presupuestos de la teoría política liberal.
En el liberalismo, el objetivo es establecer el suficiente orden social necesario para la coexistencia de individuos autointeresados; de ahí también la preeminencia de la sociedad sobre el Estado.
En Rousseau, más que conseguir mantener la coexistencia de individuos privatizados, de lo que se trata es de conservar la unidad del cuerpo político por encima de la persecución de intereses individuales.
Las condiciones para alcanzar el ideal rousseauniano:
- Pequeña sociedad imbuida de virtud republicana y dotada de una sólida cultura cívica, que Rousseau sólo ve realizable por la acción de un “gran Legislador”, o por el clima moral creado por la experiencia histórica de unidad compartida y el uso cívico-político de la religión común (la “religión civil”).
- Una gran homogeneidad social (ausencia de pluralismo valorativo) e igualdad .Rousseau no está en contra de la propiedad privada, pero las desigualdades no deben de ser tan grandes como para conducir a la dependencia personal o a someterse a la voluntad arbitraria de otros; nadie debe ser tan opulento como para poder comprar a otro, ni nadie tan pobre como para tener que venderse.
Tema de síntesis para iniciar una discusión.
En la siguiente tabla
Hobbes | Locke | Rousseau | |
Estado Naturaleza | |||
Rol del estado | |||
Propiedad Privada | |||
Igualdad |
Pon lo que piensa cada uno de estos filófofos sobre los temas mostrados, luego da tu opinión sobre cada uno de los temas y argumentalo con ejemplos históricos.